El laboratorio

A los nueve años me regalaron mi primera cámara, una Kodak Brownie Starlet que disponía de una preciosa palanca roja, una ventana para mirar y dos opciones a escoger: sol o mucho sol. Era el objeto más mágico que había visto nunca. Esa cajita me acompañó durante muchos años y hoy ocupa un lugar privilegiado en mi pequeña colección. Después vinieron otras cámaras, muchas lecturas y sobre todo, muchísimas fotografías.

Pero el resultado final seguía dependiendo de terceros, que carrete tras carrete frustraban mis ensayos y pormenorizados apuntes devolviéndome resultados incongruentes. En 2003, decidí probar la fotografía digital y creí, por fin, haber cerrado el círculo. Hacía la fotografía y la ajustaba a mi gusto en un ordenador. No era la fotografía que había soñado pero era lo mejor que podía tener.

Y cómo dijo Benedetti, “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”. Y un día nos mudamos a una casa de mayor tamaño y a pesar de continuar sin desempolvar mis cámaras de película, la idea de poder disponer de un cuarto oscuro apareció fugazmente en mis pensamientos. Tuvo que llegar 2017 para que revelara mi primer carrete y otro año más para disponer de unas mínimas condiciones para positivar, algo que había anhelado desde niño.

Llegaba con sesenta y un años. La impresión que me produjo inspiró las siguientes líneas:

El laboratorio

Durante unos segundos la luz atraviesa el negativo lacerando la blanca hoja de papel.

Sin dilación una mano ágil la sumerge en un fluido luego en otro y en otro,

acciones y reacciones que antiguos pioneros descubrieron para que él viviera este momento.

Bajo la mortecina luz inactínica de la lámpara

los movimientos se vuelven espectrales, lentos y rápidos a la vez,

como si aquello no sucediera en este mundo.

El alquimista observa satisfecho como su sueño se hace tangible

y la imagen que su mente creó va apareciendo ante sus ojos.

La luz y el tiempo han vuelto a obrar el milagro,

la misma luz y el mismo tiempo que parecen no existir en este espacio.

En la soledad de su cuarto oscuro sonríe pensativo:

Sus sueños, como la vida, están hechos de infinitos tonos de gris.


Desde entonces ese texto está enmarcado en la pequeña habitación blindada a la luz, quiero tenerlo presente por si llega el desánimo, no olvidar lo que sentí la primera vez.   

Andrés Lozano Bojadós

Nacido en Barcelona y muy aficionado a la fotografía y a la literatura.

En Instagram, también estoy en @cameraobscura1826, donde sólo subo fotografía estenopeica.

https://www.instagram.com/alozanobojados/
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